domingo, 13 de mayo de 2018

Lo de Rajoy es mucho peor que lo de Cifuentes


En general, los miembros de familias corruptas, inmorales y/o demasiado bien relacionadas no necesitan ser inteligentes, ni tener buena memoria, tampoco ser constantes. Todo eso de la meritocracia que tanto propugnan precisamente desde el estrato social de ese tipo de familias, y en cuanto a ellos se refiere, versa en realidad sobre mérito de rodearse de sus iguales: ricos, indecentes y poderosos. Lo de la capacidad de esfuerzo y todo lo demás sí se refiere al vasto resto de los mortales. ¿Pero pará qué van a esforzarse ellos, los ‘elegidos’, si luego pueden tener a su servicio a aquellos súbditos que sí han demostrado competencia?
Las universidades no dejan de ser parte de esta realidad. También hay favores debidos y funciona la misma rueda que a otros niveles. Por eso es posible que a alguien le caiga un máster del cielo, aunque en la mayoría de casos lo que suele caer al alumno ‘relacionado’ es, digámoslo así, una indulgencia académica que no se aplica en el resto de casos.
Pero esto no es lo más grave, porque también hay irregularidades que van mucho más allá de la obtención mágica de títulos. Y es la de la obtención mágica de titularidades, por ejemplo la de registrador de la propiedad.
Por si no lo sabías, Mariano Rajoy es el registrador de la propiedad más joven de la historia de España, y uno de sus hermanos, el segundo más joven. Una tercer hermana de Mariano también aprobó esas dificilísimas y cotizadísmas oposiciones, y el cuarto, fallecido en 2014, las de Notaría. Vamos, lo que vendría siendo la envidia de la familia Einstein. O Frankenstein.
Sí, el de la cara de espabilado: el mismo que no entiende su propia letra y que quiere que sea el alcalde el vecino, así como su parentela, han resultado ser carne de circo, por aquello de pasearlos como antiguamente se hacía con las rarezas. Y es que desde que su padre, como presidente de la Audiencia Provincial de Pontevedra, dio carpetazo a un caso de corrupción con muertos (incluido el asesinato de una familia entera) en el que estaba implicado Nicolás Franco Bahamonde, el hermano del dictador, todo les ha ido de fábula. Tanto que se han convertido en la primera familia numerosa de superdotados del mundo.
Hasta tal punto llega su excelencia que hace que sus profesores de primaria se acuerden de sus calificaciones. Bueno, en realidad debería nombrarse en singular porque al que siempre se cita en los muchísimos artículos sobre el particular es a un jesuita que parece demasiado joven para haber sido su profesor, y que también debe tener una memoria prodigiosa para recordar esos datos sin relevancia en cursos de primaria y tras más de cincuenta años y tantos alumnos.
El asunto es que leía hace poco este caso de un joven malagueño, un auténtico portento (23 matrículas de honor de 25 asignaturas en la carrera de Derecho), y que ha necesitado cinco años dedicando un mínimo de diez horas diarias de estudio para con 27 años haber conseguido su plaza como registrador de la propiedad, y recordaba el caso de la susodicha familia. Porque claro, uno lo compara con los Rajoy, y casi tiene que pensar que este chico es un torpe, porque hasta la peor de los Rajoy Brey lo aprobó antes, y ya si lo comparamos con los dos buenos: Enrique y Mariano, que se sacaron las oposiciones con 23 y 24 años, mientras todavía cursaban Derecho, casi te entra la risa. Pues menudo paquete el malagueño, y hasta le dedican un artículo.
Intentando hablar un poco más en serio. Y aclarando aunque no haga falta que esto último era en plan sarcástico (y que todo mi respeto y admiración por Jacobo), lo que sí parece increíble es que nadie haya querido hacer sangre con este tema. Porque vale que a pesar de todas las evidencias nos traguemos (haciendo un esfuerzo inhumano) que Marianico es un lumbrera que no ha conseguido aprender inglés. Pero hostias, copar no solo plazas sino hasta récords históricos como familia en algo tan sumamente tedioso, complejo y competido como las oposiciones a registradores… ¡venga ya!
Y luego nos llevamos las manos a la cabeza por lo de Cifuentes.

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