miércoles, 28 de febrero de 2018

La comida basura que reina en los hospitales


Merienda infantil de un hospital
Merienda infantil de un hospital

La calidad de los alimentos es baja para ahorrar, se usan procesados no saludables en vez de alimentos frescos.  28/01/18 - https://www.elindependiente.com/vida-sana/2018/01/27/la-comida-basura-que-reina-en-los-hospitales/

 

Una larga espera en la sala de un hospital o un centro de salud termina pasando factura. Las máquinas expendedoras ofrecen casi exclusivamente alimentos ultraprocesados. Lo extraño y excepcional es encontrar a disposición de los visitantes fruta o productos saludables. En los menús para los enfermos, más de los mismo. Galletas, zumos envasados o carnes procesadas están a la orden del día en las bandejas. En las plantillas de los hospitales públicos y centros de salud los dietistas nutricionistas brillan por su ausencia. Mientras la población española sigue engordando tanto como el gasto sanitario.

“Los hospitales no son bares, son centros sanitarios y tienen una mayor responsabilidad. Cualquier alimento que se venda o regale dentro del hospital se le otorga un halo de salud, es decir, a ojos de la población disminuye la percepción del riesgo porque… ¿cómo van a vender comida insana en un sitio donde cuidan tu salud?”, explica el nutricionista Carlos Ríos, creador del movimiento Realfood, que reivindica el consumo de comida fresca frente a ultraprocesados. “No es coherente que en los centros sanitarios no se ofrezca opciones saludables a sus usuarios, muchos de ellos con enfermedades crónicas provocadas por la mala dieta”, subraya este profesor en la Universidad Isabel I.
La paradoja no se reduce a las máquinas expendedoras. Los menús que reciben muchos enfermos ingresados incluye comida perjudicial para la salud. “Se ofrecen ultraprocesados tipo galletas, zumos envasados, panes refinados, fritos como san jacobos, algunas carnes procesadas o precocinados”, denuncia. “¿Es lógico que te den meriendas y desayunos cargados de azúcares y harinas después de haber sufrido un infarto? Obviamente no”, anota.
Ese es el caso que decidió a Javier Bravo a iniciar una campaña en Change.org para frenar el consumo de alimentos que perjudican la recuperación del paciente. A su padre con cáncer, que había sufrido recientemente un accidente cerebrovascular, le sirvieron como merienda galletas. “Mas allá del producto en sí, que no es saludable, hay que quedarse con el mensaje que transmite. Es confuso e induce al error, ya que si lo suministra un centro hospitalario puede parecer que es beneficioso y de consumo habitual. Pero hay que dejar bien claro que las galletas son bollería y como tal su consumo debe ser esporádico”, reniega.

“La calidad de los alimentos suele ser baja para ahorrar costes. Es más caro servir alimentos perecederos como fruta fresca que unas galletas que se conservan durante largo tiempo sin refrigeración y son fáciles de almacenar”, reconoce Joan Carles Montero, dietista nutricionista que ha trabajado en la cocina de hospitales. Los centros públicos con dietistas nutricionistas en plantilla son excepción. En la inmensa mayoría están contratados por las empresas externas que se encargan de dispensar la comida. “En las licitaciones no debería tener tanto peso en la puntuación el presupuesto más barato”, apunta.
En ese contexto la labor de estos especialistas se reduce a revisar las bandejas y otras labores relacionadas con la seguridad alimentaria. “No tienen posibilidad de influir en las compras ni en el menú de los pacientes. El trabajo principal de una dietista de cocina hospitalaria es supervisar la cinta de emplate”, explica Lucía Martínez, del blog Dimequecomes. Ella trabajó varios años como dietista de hospital. “Tal y como está la situación organizada hoy en día la opinión del nutricionista sobre las dietas va detrás de la de los auxiliares, los celadores y la familia del enfermo”, comenta esta diestista del Centro Aleris.
Los que trabajan en el hospital en el ámbito clínico suelen estar contratados por laboratorios privados, empresas de alimentación o farmacéuticas, como parte de algún proyecto concreto de investigación.  “Ahora mismo nadie monitoriza de manera adecuada el estatus nutricional de los pacientes. Cerca del 50% salen desnutridos. Se alargan las hospitalizaciones y la recuperación de esos pacientes se resiente”, destaca Aitor Sánchez, dietista nutricionista autor del libro Midietacojea. En raras ocasiones hay una Unidad de Nutrición y Dietética y no suele estar coordinada por un dietista nutricionista sino por otros sanitarios, como personal de enfermería o médicos formados para la ocasión.
Tres cuartas partes de las muertes en países desarrollados se deben a enfermedades directamente relacionadas con el estilo de vida, incluida la alimentación. En atención primaria, primer eslabón de la cadena, donde las enfermedades podrían frenarse con cambios de conducta tampoco hay dietistas. Cada vez llegan más personas con sobrepeso y obesidad a las consultas. El 40% de los niños españoles padecen sobrepeso u obesidad y el 60% de los adultos.  “Agradeceríamos mucho que hubiera unidades de nutrición en atención primaria. Allí los dietistas podrían reconfigurar la alimentación del paciente”, asegura el pediatra Carlos Casabona, autor del libro Tú eliges lo que comes.
La opinión del nutricionista sobre las dietas en el hospital tiene menos peso que la de los auxiliares, los celadores y la familia del enfermo
Los médicos suelen tener demasiado volumen de trabajo como para ocuparse con la regularidad necesaria de este tipo de pacientes. “No son pocas las ocasiones en las que la hipertensión o el colesterol alto podrían tratarse con dieta. Sin embargo, se les da una pastilla y unas recomendaciones generales en la típica fotocopia que sacan de un cajón. Se les cita de nuevo seis meses después. Así se van llenos de dudas sobre la dieta y terminan abandonándola”, describe.
Las dietas de cajón están obsoletas. “Están basadas en recomendaciones o intervenciones no basadas en las últimas evidencias. Estas medidas han sido un fracaso. El paciente vuelve peor, con la patología agravada”, reconoce Alma Palau, presidenta del Consejo General de Dietistas-Nutricionistas.
“La gente no se merece que los fármacos sean siempre la primera opción antes que la actividad física y la alimentación y estar a merced de la publicidad y de las agresivas promociones de la industria alimentaria”, protesta Sánchez, miembro de Dietética sin Patrocinadores.

España, único país de la UE sin dietistas en Sanidad

España es el único país de la Unión Europea que carece de dietistas nutricionistas en el Sistema Nacional de Salud. “Los colegios de cada comunidad autónoma están trabajando para que se cree la categoría profesional, ya que es una profesión sanitaria por ley desde 2003”, explica Palau. Esta semana Navarra y Murcia han creado plazas. “En los hospitales de diferentes comunidades autónomas donde se han creado plazas los resultados en cuanto a prevención de desnutrición hospitalaria y recuperación tras tratamientos agresivos, como cáncer u operaciones complejas, han sido patentes, pero las autoridades aún no han dado el paso definitivo a nivel global”, reflexiona. Mientras esto sucede el papel de los nutricionistas en los hospitales y atención primaria lo está asumiendo personal de enfermería, que reciben someros cursos voluntarios de formación.
“Está más que acreditado que incorporar dietistas nutricionistas en la sanidad pública ahorraría gastos y costes”, asegura Giuseppe Russolillo, presidente de la Academia de Dietética y Nutrición. La alimentación saludable, la actividad física y la vida sin humo pueden prevenir el 70% de los accidentes cerebrovasculares, el 80% de las enfermedades cardíacas, el 90% de la diabetes tipo 2 y ayudar en la prevención de algunos tipos de cáncer. En España, un 10-15% de la población adulta padece diabetes, lo que supone un coste económico de un 5-10% del presupuesto sanitario. Según se prevé, en el año 2025 habrá 333 millones de diabéticos en el mundo, lo que supondría alcanzar un coste económico del 40% del total del presupuesto sanitario.
“En Holanda eliminaron la mitad de la plantilla de dietistas del sistema nacional de salud para ahorrar en época de crisis. A los dos años tuvo que recuperar los puestos porque el gasto sanitario se disparó. Llegaban demasiados pacientes por urgencias por problemas derivados de no controlar su alimentación”, concluye

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