lunes, 26 de febrero de 2018

Carta marroquí, de Guillem Martínez




Carta marroquí (CTXT) 3/2/2018


Querido/a suscriptor/a:

Tras el desastre del 98 -barcos de madera contra destructores de acero USA; el 98 fue, en fin, una especie de Procés, pero en España; con la misma táctica y cálculo de fuerzas; es decir, ninguna táctica y cálculo de fuerzas-, hubo otro desastre, más determinante, más prolongado, peor descrito y del que nadie se acuerda. Fue, es decir, se inició, en 1906. La Comunidad Internacional decidió dejar que España siguiera jugando a tener un imperio, a través de la cesión de una colonia en el norte de Marruecos. Aquella cesión fue una ruina en todos los aspectos. España no practicó el colonialismo -colonialismo: dar vacunas, catequesis y escuelas a cambio de todo lo demás-, sino una especie de saqueo poco rentable y mal planificado. Lo que daba igual, pues la gestión de aquel territorio pareció, desde un primer momento, tener otro objetivo. Resarcir el honor de los militares, seriamente herido en Cuba. Ese honor se reconstruyó en una serie de campañas, mal planificadas y sangrientas, contra un enemigo en principio débil y asumible. Aún así, fueron notorios los desastres iniciales. Tras el desembarco de Alhucemas -tras la ayuda francesa, vamos- la situación se recondujo. Y empezó, ahora ya sí, el reparto del honor a través de multitud de batallas victoriosas y épicas. Es decir, pequeñas y desproporcionadas escaramuzas, contra pocos individuos mal armados, presentadas como batallas épicas en la prensa.

Todo aquel ejercicio de brutalidad innecesaria se tradujo en multitud de medallas, promociones y aumentos de grado. Es decir, en honor. Marruecos fue, a partir de entonces, el laboratorio en el que se recuperó, de manera económicamente y humanamente costosa, todo lo perdido, o incluso, todo lo no disponible, en un Estado colapsado durante décadas. La última de esas campañas de Marruecos fue sin duda la más sangrante, la más determinante, la más prolongada, la más salvaje. Duró tres años. O, quizás, cuarenta. Se realizó también con el núcleo central formado por tropas regulares marroquíes, y fue dirigida por aquellos oficiales y mandos africanistas, que había demostrado al mundo, desde 1906 su inoperancia, su baja formación, su irresponsabilidad, sus tácticas poco elaboradas, su indolencia. Se llamó Guerra Civil Española.

Les escribo esta carta porque ayer salió un auto en el que se negaba la libertad a uno de los acusados en prisión preventiva por la cosa Procés. El individuo en cuestión, no es un genio. Tampoco es Mandela. Como sus compañeros, se ha metido, con escasos códigos, muebles y recursos, en un berenjenal inaudito. Lo que no quita que ahora se esté exponiendo a un exceso que nos afecta a todos. En el auto -que, me temo, junto al auto de Forcadell, empieza a fijar los ejes de la causa penal colectiva que se llevará a juicio, tal vez, en octubre-, se deniega la libertad a esa persona en tanto que "mantiene su ideario nacionalista", que aún siendo constitucionalmente válido, "supone un riesgo". Es decir, se le mantiene en la cárcel por su ideario, no por sus acciones, que ya no suponen un riesgo. Tal vez, nunca lo hubo. Si usted ha ido leyendo la descripción que he ido haciendo a tiempo real del Procés, compartirá conmigo, en fin, que siempre adoleció de debilidad, de capacidad, de posibilidades.

El caso es que hay datos para suponer que se ha vuelto a escoger a un enemigo mal equipado -en este caso, mal equipado intelectualmente, éticamente, democráticamente, discursivamente-, y sobre él se están edificando campañas de Marruecos épicas, con las que se repartirán medallas, grados, épica, honor, a un Régimen colapsado, que carece de todo ello. Se llamarán batallas por la democracia a escaramuzas, a paseos en apisonadora contra enemigos sin mucha entidad. A recortes de derechos, a empequeñecimiento de la democracia, a un nacionalismo rampante. Y, cabe suponer, sobre ello se edificará un nuevo Estado, un nuevo Régimen, victorioso sobre, otra vez, tribus desorganizadas. Un nuevo Régimen en el que cualquier "ideología" señalada "supone un riesgo".
Creo que está pasando esto. Gracias por leer esta carta.
Atentamente:


Guillem Martínez   
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OTRA COSA:   Los Borbones, una saga llena de viciosos y tarados. Va por ti, Valtonyc





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