lunes, 7 de mayo de 2018

Gracias a la sanidad pública



En enero de 2015 mi padre se desvaneció en el trabajo. Acudió a tratarse a un centro privado en la provincia de Cádiz donde tenía las comodidades de las que carece la sanidad pública: habitación privada, atención permanente y una cama auxiliar para los familiares. Todo se volvió negro en un segundo cuando tras hacerle una analítica el médico nos dijo: “Váyanse ahora mismo a Cádiz”. Los más de 30 años en los que estuvo pagando un seguro privado no sirvieron para nada cuando le detectaron una Leucemia Mieloide Aguda, la más común entre los adultos. El médico se sinceró con nosotros y nos confesó que para enfermedades tan complejas los mejores medios para combatirlas están en la sanidad pública.

Tengo mucho que agradecer. A mi madre, porque su regazo continua siendo el mejor cobijo cuando afuera arrecia el temporal. A mi hermana, porque siempre intentó mantenerme firme y porque me sujetó cuando no lo conseguí. A Melania, mi pareja por aquél entonces, por sus abrazos y sus susurros al oído, que fueron una luz al final del túnel. A mis amigos, porque siempre son capaces de sacarme una sonrisa incluso con los ojos morados de tanto llorar. Y sobre todo, a mi padre; porque luchó cada día contra el veneno que le estaba devorando las entrañas y porque siempre nos dijo que todo iría bien incluso cuando ya sabía que todo iba a terminar mal. Su manera de afrontar la enfermedad fue un ejemplo para nosotros.
Ellos ya lo saben. Tienen el agradecimiento más importante, el privado, el del cariño constante y la fidelidad. Para otros, sin embargo, nunca tuve palabras de afecto, o al menos no las suficientes, a pesar de que estuvieron junto a mi padre tanto como yo.
Gracias a las doctoras Inmaculada y Virginia, del Hospital Puerta del Mar de Cádiz, que batallaron incansables durante seis meses contra la enfermedad, hasta el último día. Gracias por su atención y su trato, por suavizar el discurso cuando lo necesitábamos y por ser sinceras cuando estuvimos preparados para saber la verdad.
Gracias a las enfermeras y enfermeros, a los auxiliares y a los celadores de la planta de hematología . Ellos son el contacto directo con el paciente y la mano tendida para las familias. Gracias por las conversaciones de pasillo, por los cafés a medianoche y por enseñarme a hacer los vendajes para frenar las hemorragias. “Eduardo, que buen culito tienes”, y Eduardo se reía mientras intentaba taparse las vergüenzas con esas batas de hospital que las deja todas al aire. Una carcajada es una patada a la muerte.
Gracias a las enfermeras y enfermeros de la sala de transfusiones de oncología y hematología. Pasamos allí hasta 15 horas a la semana mientras a mi padre le ponían la sangre y las plaquetas, o como ellos lo llamaban “el vino tinto y el caldo de puchero”. Gracias por el sentido del humor que llenaba de calidez aquella estancia tan gélida.
Gracias a las dos personas que de forma desinteresada donaron médula espinal para salvarle la vida a un hombre que no conocían. Nunca sabré quienes fueron pero paradójicamente les siento más cerca que a mucha gente a la que veo cada mañana. Su gesto debería ser el de todos. Hacerse donante es un proceso sencillo e indoloro.
Gracias a la Fundación Josep Carreras contra la Leucemia. Fueron nuestros guías en un terreno que desconocíamos y una voz al otro lado del teléfono para el consuelo y la esperanza. Su trabajo es la muleta donde cientos de personas se apoyan para dar sus primeros pasos en un camino escarpado.
Gracias a las voluntarias de la Asociación Española Contra el Cáncer que visitan a los pacientes cada día. Gracias por los caramelos y sobre todo por las trivialidades que ponían en pausa la monotonía. Hablar de cualquier cosa es una bocanada de aire fresco cuando toda tu vida gira alrededor de una sola.
En definitiva, gracias a la sanidad pública, por existir y por resistir, a pesar de todo. A pesar de un Gobierno de mercaderes que están desmantelando un bien de todos para llenar los bolsillos de unos pocos. Les deseo que vivan eternamente, con sus conciencias huecas y sus tarjetas negras.
Los cientos de trabajadores sanitarios e investigadores contra el cáncer que han sido despedidos son un espaldarazo para una enfermedad que mata cada año a 100.000 personas en España. No habrá banderas en los balcones para ellos porque su única patria es tu vida y la mía.
Te echamos de menos, viejo.
..............................................

OTRA COSA:    Belén Gopegui, literatura en común



No hay comentarios: