martes, 1 de agosto de 2017

Venezuela. La guerra sucia del gobierno español contra la democracia venezolana





Pero cuando se analiza, incluso superficialmente, la política exterior en relación a Venezuela, nos encontramos con tal cantidad de incongruencias y sinsentidos que sólo cabe pensar que hay un guión previo escrito y/o encargado desde fuera. O lo que viene a ser lo mismo, que nuestra política exterior está subordinada a los intereses del imperio estadounidense.
¿Cómo explicar si no que el ministro de Asuntos Exteriores de validez a un plebiscito organizado por la oposición venezolana sin ningún tipo de garantías, y sin respaldo del Consejo Nacional Electoral, sin censo electoral, con la quema posterior de los votos, con observadores que reconocen haber cobrado de los convocantes, etc., al mismo tiempo que el gobierno español declara ilegal la consulta catalana?


Alfonso Dastis, Ministro español de Asuntos Exteriores
¿Cómo explicar que, estando el gobierno venezolano y su presidente ‘reconocidos como legítimos’ por el Estado español, el Sr. Dastis, ministro de asuntos exteriores, declare que “no es una democracia”?
¿Cómo interpretar que, tras la entrevista con su homólogo estadounidense, Rex Tillerson, afirme que “hay que seguir aumentando la presión para que Venezuela vuelva a ser una democracia” 2 ?
Cualquier persona sensata podría aplicar un sencillo cuestionario que le ayudara a entender que en Venezuela se libra una de las batallas más importantes de una Guerra Mundo liderada por EE.UU, y que el gobierno español no es sino un vasallo servil al servicio de la lógica imperialista.
Sin duda, primero tendría que hacer un esfuerzo de desintoxicación informativa para que lo evidente no quedara neutralizado por la propaganda mediática que ingerimos diariamente. Pero en realidad bastaría con aplicar a los medios de comunicación masivos los mismos criterios y sospechas que tenemos sobre ellos, cuando dan noticias sobre nuestro propio país.
Veamos cuál sería este cuestionario:
  1. ¿A qué se debe que la potencia bélica más grande del mundo (800 bases militares distribuidas por todo el mundo, el presupuesto militar más alto del planeta, 200.000 soldados desplegados en 100 países) 3 declare con un decreto ejecutivo que Venezuela, un país que no tiene bases militares fuera de su territorio, y cuyo ejército ocupa el puesto 62 en el ranking mundial, es una “amenaza inusual y extraordinaria”?
  2. ¿Qué recursos naturales y morales posee Venezuela que la convierten en una amenaza para el imperio y sus socios?
  3. Si Venezuela es una dictadura, ¿cómo es que, desde que Chávez ganó la presidencia (1999), se han celebrado más 20 elecciones? ¿Por qué el Centro estadounidense Carter, -que actúa como observador en procesos electorales-, ha reconocido su sistema electoral como uno de los más limpios y transparentes del mundo?, ¿Por qué el gobierno bolivariano de Nicolás Maduro ocupa un puesto destacado en las principales Comisiones de Naciones Unidas, donde se necesita ser elegido por votación? (Venezuela tiene el mandato simultáneo de siete Comisiones, incluida la presidencia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, hasta el 2018).
  4. Sólo en enero de 2017 se registraron en México 1.938 homicidios 4; de marzo de 2016 a marzo del 2017 fueron asesinados en Colombia un total de 156 líderes sociales y defensores de derechos humanos 5. ¿A qué se debe entonces que los medios masivos sólo hablen de la violencia en Venezuela, y que el ministro de asuntos exteriores español diga que ‘la situación en Venezuela es insostenible’?
  5. Si la situación en Venezuela es tan insostenible,
    • ¿cómo es que su tasa de emigrantes es la más baja de América latina (0,4% frente al 11,8% de México por ejemplo)?
    • ¿Que la tasa de desempleo esté en el 6% (en España es del 20,9%), y
    • que junto con Cuba, Venezuela sea el país menos desigual del continente (España es el país más desigual de la OCDE)?
    • ¿Que no haya personas desnutridas (En España la población en riesgo de pobreza es del 28,3%)?
    • ¿Que la mortalidad infantil se encuentre por debajo de la media regional, y que no haya periodistas asesinados, ni desapariciones forzosas? 6
Cuando intentamos responder a estas cinco preguntas la primera conclusión es que los ataques actuales del gobierno español a Venezuela tienen otras razones distintas a las esgrimidas públicamente, y que dichas razones están lejos de cualquier interés por la paz, o la mejora de las condiciones de vida del pueblo venezolano.
Hasta hace poco, el tema venezolano había formado parte de la política interna nacional. El show electoral español ha condicionado la agenda de todos los partidos políticos del espectro, tanto de derechas como de izquierdas.
Así, una vez consolidada la criminalización mediática, Venezuela ha sido un arma arrojadiza para acusar de ‘populistas, radicales y autoritarios’ a Podemos. Pero también para éstos ha sido un lastre incómodo del que tratar de zafarse continuamente, en aras de una razón instrumental de dudoso calado moral. La mayoría de partidos políticos de ámbito nacional, con opciones electorales, se han posicionado abierta o tímidamente, por activa o por pasiva, en la lógica de la guerra sucia contra el gobierno bolivariano.
El doble papel de servir a las campañas electorales al tiempo que se hacía el servicio a Estados Unidos, irradiando la imagen negativa de Venezuela, ha sido la tónica dominante en la política española.
Pero en estos momentos hay elementos que indican que el gobierno español ha asumido un papel mucho más activo en la guerra sucia contra Venezuela y, especialmente, -como ya hizo en su día con Cuba-, para influir en los gobiernos europeos.
Ha aumentado la frecuencia de los pronunciamientos contra el gobierno bolivariano. Ha subido el tono, y se ha convertido en el ‘portavoz’ de las tesis golpistas de la oposición venezolana. Los medios de comunicación españoles han radicalizado su campaña tóxica y, en general, unos y otros están reproduciendo, punto por punto, la propaganda estadounidense.
Todo apunta a que los principales actores políticos españoles están cumpliendo el ‘encargo’ de crear las condiciones para que, tanto la opinión pública española como la europea, sean favorables a una intervención armada. Baste como ejemplo las declaraciones del dudosamente democrático ex-presidente Felipe González afirmando que ‘no se debe celebrar una Asamblea Constituyente en Venezuela’. Un ex-mandatario que no puede ocultar sus excelentes relaciones, e intereses compartidos con la oligarquía venezolana, y que no ha dudado en hacer causa común con el ex-presidente Aznar en contra del gobierno bolivariano 7.
En el caso de Estados Unidos es evidente que en la actual escalada bélica, doblegar a Venezuela es un objetivo priorizado si se valora uno de los posibles escenarios previstos por los ‘think tank’: una conflagración con otras potencias con equivalente potencia militar, como Rusia. Para este escenario se presenta como necesario recuperar ‘zonas de influencia y control de fuentes de energía y abastecimiento’, a saber, el considerado por los políticos estadounidenses “patio trasero latinoamericano”.
Venezuela es una pieza clave desde esta perspectiva, ya que la propia página oficial de la CIA señalaba, en el año 2015, que Venezuela era el país con más reservas de petróleo comprobadas en el mundo (18 % del total), y por supuesto, con grandes reservas de gas, recursos hídricos y minerales raros.
Hay otro factor importante que nunca veremos reflejado en ningún análisis de los ‘tanques pensantes’, y es que también en Venezuela se encuentran hoy en día importantes recursos morales: la defensa de su soberanía e independencia política, la integración regional basada en criterios de cooperación, el apoyo a las causas justas como la de Palestina, un proyecto de igualdad y justicia social de carácter socialista…
Podríamos decir que después de la resistencia heroica de Cuba, el testigo ha sido tomado por los venezolanos.
Todos los datos objetivos señalan que desde hace tiempo se ha puesto en marcha la guerra sucia contra Venezuela, que con el presidente estadounidense B. Obama apretó el acelerador y con Donald Trump continúa cumpliendo el plan trazado de la intervención.
En abril de este año el almirante estadounidense, jefe del Comando Sur, Kurt Tidd dijo ante el Comité de Servicios Militares del Senado de Estados Unidos que la situación en Venezuela estaba empeorando, y que esto podría desencadenar una “crisis humanitaria que requeriría una intervención a nivel regional”. Después tuvo que aclarar que no estaba hablando de una ‘intervención militar’, pero no cabe duda de que sus palabras avalan lo que la oposición denomina Hora Cero para Venezuela.


La resistencia del pueblo venezolano, defendiendo su democracia a pesar de la guerra económica, el no haber conseguido quebrar al ejército bolivariano, los repetidos intentos del gobierno de Nicolás Maduro por abrir cauces de diálogo, y su propuesta de Asamblea Constituyente como estrategia para derrotar pacíficamente a la oposición golpista, han acelerado la hoja de ruta de la intervención, que, con grandes similitudes a la que se dio en Chile previo al golpe de Pinochet, responde a las siguientes pautas :
  1. Aumentar el nivel de violencia y provocación tanto de la Asamblea Nacional en desacato como de los grupos paramilitares que actúan en las calles,
  2. conformar un gobierno paralelo legitimado por organismos internacionales controlados por EE.UU y por países afines,
  3. conseguir una masa crítica con el plebiscito fraudulento del 16 de julio,
  4. obstruir y sabotear la administración pública para colapsar la prestación de bienes y servicios,
  5. aumentar la presión económica y financiera hasta reventar definitivamente la economía,
  6. campañas sistemáticas de desinformación, post-verdad y fake news (falsas noticias) ,
  7. preparar huelgas y paros en servicios, transporte y sector petrolero,
  8. boicotear la entrada en el país de alimentos y medicinas, paralizar las importaciones,
  9. incrementar las noticias sobre violación de DDHH, crisis humanitaria etc.,
  10. crear un gobierno de transición con el reconocimiento de la OEA y de algunos gobiernos europeos, especialmente el español.
El protocolo de aislar, demonizar e intervenir sigue cumpliéndose, con distintos niveles de complejidad. La diferencia reside en que la resistencia del pueblo venezolano está obligando al imperialismo a complicar y diversificar las formas de intervención.  

                     
 
Si en el caso de EE.UU aparecen claramente los intereses que están detrás, y el porqué se está priorizando la agresión a Venezuela, ¿qué mueve al gobierno español a sumarse tan activamente a este plan bélico?
No se trata de una nueva forma de Guerra sucia. Tanto la secuencia de los acontecimientos como el tipo de acciones ya se han aplicado repetidamente en el entorno latinoamericano: golpes de Estado, intervenciones militares, financiación de paramilitares, opositores y contra-insurgencia, guerra sicológica, golpes blandos, intervención humanitaria…

Basten algunos datos para argumentar que, dado que en estos momentos no hay elecciones a la vista, las razones hay que buscarlas en otro lado.
Tras la incorporación de España a la OTAN en 1982, se firmó el Convenio de Cooperación para la Defensa (1988), con varias ratificaciones y enmiendas, que desembocaron en el impulso de la Nueva Agenda Trasatlántica (1995), y el reforzamiento de las relaciones bilaterales a partir del 2001, cuando se firmó con la Secretaria de Estado norteamericana, Madeleine Albright, una Declaración Conjunta que supuso un salto cualitativo en las relaciones bilaterales, profundizándose nuestra dependencia de EE.UU no solo a nivel político, sino también en el ámbito de la defensa y la seguridad, en materia de cooperación económica y financiera, científica, industrial, tecnológica y cultural.
A partir de la presidencia de Obama, y después de un pequeño enfriamiento por la retirada de las tropas españolas de Irak, las relaciones bilaterales con Estados Unidos se volvieron a intensificar. Se produce el encuentro de Rajoy y Obama en Washington (enero 2014), viajes continuos de distintos ministros, viaje oficial de los Reyes, visita del secretario de Estado John Kerry y el secretario de Defensa Ashton Carter a España, etc.

El propio Ministerio de Asuntos exteriores afirma en su página web que se trata de un aliado con el que “pocos países en el mundo tienen unos vínculos históricos, culturales y lingüísticos tan fuertes, y con el que compartimos los mismos valores democráticos e intereses geoestratégicos” 8 .
Cualquiera que sepa leer entre líneas verá que la relación entre un país como España, sin recursos naturales significativos, con un endeudamiento exterior que sobrepasa el PIB, con una alta dependencia de recursos energéticos, etc., no puede ser una relación ‘entre iguales’ sino una relación subordinada y dependiente.
Para Estados Unidos, acabar con el gobierno venezolano tiene rango de política de Estado, forma parte de la Guerra Mundo que la administración estadounidense explicita como “defender los intereses norteamericanos en cualquier parte del mundo” .
Un imperio, por muy decadente que sea, o por muy disminuido que esté su poder, no puede hacer otra cosa que extender la guerra para mantener su hegemonía. Por otro lado, el imperialismo no es sino la forma que adopta la expansión capitalista, y en estos momentos Venezuela constituye uno de sus más importantes obstáculos. La guerra que se libra contra Venezuela es pues una guerra que nos compete a todos, ya que es sólo una de las partes más visibles de la Tercera guerra mundial que ya está en marcha.
En el caso del gobierno y el Estado español, su posicionamiento activo y beligerante a favor de la hoja de ruta estadounidense forma parte del servilismo, la incapacidad y la subordinación de nuestra clase política.
En esta guerra contra el pueblo venezolano y su gobierno no cabe la equidistancia, ni la neutralidad, ni las buenas intenciones. Sólo cabe desenmascarar y denunciar el papel de España, y apoyar los esfuerzos heroicos de un país por defender su independencia y soberanía, que en estos momentos ha de ser la bandera que nos una a todos contra el imperialismo.


Barcelona contra la guerra de Irak
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1 Doctora en CC. Políticas y Sociología, profesora de la Universidad Complutense de Madrid, miembro del Foro Contra la Guerra imperialista y la OTAN. Julio 2017
4 El animal político, El 2017 tiene el arranque más violento del que haya registro,
http://www.animalpolitico.com/2017/02/2017-aumento-de-homicidios/
5 El País.com.co, 156 líderes sociales fueron asesinados en 14 meses en Colombia:
Defensoría,<http://www.elpais.com.co/colombia/registran-156-asesinatos-de-lideres-sociales-en-colombia-en-los-ultimos-14-meses.html>
6 Todos los datos, tanto para España como para Venezuela, son del 2015 y de fuentes oficiales, del INE, de la OCDE en el caso de España, y de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) de Naciones Unidas para Venezuela.
7 El Mundo, Felipe González y Aznar, unidos para pedir la liberación de los presos políticos en Venezuela, 16/02/2017, <http://www.elmundo.es/internacional/2017/02/16/58a535e1e2704ef3418b45b0.html>
8 Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, http://www.exteriores.gob.es/Portal/es/PoliticaExteriorCooperacion/Espa%C3%B1ayEEUU/Paginas/inicio.aspx
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ADEMÁS:  Boaventura de Sousa Santos: en defensa de Venezuela
29 julio 2017 https://desinformemonos.org/boaventura-sousa-santos-defensa-venezuela/
Un texto de Boaventura de Sousa Santos / Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez / publicado originalmente en Question Digital  

venezuela copia 2


Venezuela  vive  uno  de  los  momentos  más  críticos  de  su  historia.  Acompaño crítica y solidariamente la Revolución bolivariana desde el inicio. Las conquistas sociales de las últimas dos décadas son indiscutibles. Para comprobarlo  basta  consultar  el  informe  de  la  ONU  de  2016  sobre  la evolución del índice de desarrollo humano.
Dice este informe: “El índice de desarrollo humano (IDH) de Venezuela en 2015 fue de 0.767 –lo que colocó al  país  en  la  categoría  de  alto  desarrollo  humano–,  posicionándolo  en  el puesto 71º de entre 188 países y territorios. Tal clasificación es compartida con Turquía. De 1990 a 2015, el IDH de Venezuela aumentó de 0.634 a 0.767, un aumento de 20.9 por ciento. Entre 1990 y 2015, la esperanza de vida al nacer aumentó a 4.6 años, el período medio de escolaridad ascendió a 4.8 años  y  los  años  de  escolaridad  media  general  aumentaron  3.8  años.
El rendimiento nacional bruto (RNB) per cápita aumentó cerca de 5.4 por ciento entre 1990  y  2015.  Se  hace  notar  que  estos  progresos  fueron  obtenidos  en democracia, solo momentáneamente interrumpida por la tentativa de golpe de Estado en 2002 protagonizada por la oposición con el apoyo activo de Estados Unidos.
La muerte prematura de Hugo Chávez en 2013 y la caída del precio de petróleo en 2014  causaron  una  conmoción  profunda  en  los procesos  de transformación social entonces en curso. El liderazgo carismático de Chávez no tenía sucesor, la victoria de Nicolás Maduro en las elecciones siguientes fue por escaso margen, el nuevo presidente no estaba preparado para tan complejas tareas de gobierno y la oposición (internamente muy dividida) sintió que su momento había llegado, en lo que fue, una vez más, apoyada por  Estados  Unidos,  sobre  todo  cuando  en  2015  y  de  nuevo  en  2017 el presidente Obama consideró a Venezuela como una “amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos”, una declaración que mucha gente consideró exagerada, si no también ridícula, pero que, como explico más adelante, tenía toda lógica, desde el punto de vista de Estados Unidos, por supuesto.
La situación se fue deteriorando hasta que, en diciembre de 2015, la oposición conquistó la  mayoría  en  la  Asamblea  Nacional.  El  Tribunal  Supremo  de  Justicia suspendió  a  cuatro  diputados  por  alegar  fraude  electoral,  la  Asamblea Nacional  desobedeció,  y  a  partir  de  ahí  la  confrontación  institucional se agravó lo cual fue progresivamente propagándose en  las  calles,  alimentada también por la grave crisis económica y de abasto que entre tantas cosas explotó. Más de cien muertos, una situación caótica.
Mientras, el presidente Maduro tomó la iniciativa de convocar una Asamblea Constituyente (AC) para ser elegida el 30 de julio y Estados Unidos amenazó con más sanciones si las elecciones se producen. Es sabido que esta iniciativa busca superar la obstrucción de la Asamblea Nacional dominada por la oposición.
El pasado 26 de mayo suscribí un manifiesto elaborado por intelectuales y  políticos  venezolanos  de  varias  tendencias  políticas,  apelando  a  los partidos y grupos sociales en conflicto a parar la violencia en las calles e iniciar un debate que permitiese una salida no violenta, democrática y sin la injerencia de Estados Unidos. Decidí entonces no volver a pronunciarme sobre la crisis venezolana.
¿Por qué lo hago hoy? Porque estoy alarmado con la parcialidad de la comunicación social europea, incluyendo la portuguesa, sobre la crisis de Venezuela, una distorsión que recorre todos los medios para demonizar  un  gobierno  legítimamente  electo,  atizar  el  incendio  social  y político  y  legitimar  una  intervención  extranjera  de  consecuencias incalculables.
La  prensa  española  llega  al  punto  de  embarcarse  en  la posverdad,  difundiendo  noticias  falsas  sobre  la  posición  del  gobierno portugués. Me pronuncio animado por el buen sentido y equilibrio que el ministro de  Asuntos  Exteriores  portugués,  Augusto  Santos  Silva,  ha mostrado sobre este tema. La historia reciente nos muestra que las sanciones económicas afectan más a ciudadanos inocentes que a los gobiernos.
Basta recordar los más de 500 mil niños que, según el informe de Naciones Unidas de  1995,  murieron  en  Irak  como  resultado  de  las  sanciones  impuestas después  de  la  guerra  del  Golfo  Pérsico.  Recordemos  también  que  en Venezuela  vive  medio  millón  de  portugueses  o  lusodescendientes. La historia reciente también nos enseña que ninguna democracia sale fortalecida de una intervención extranjera.
Los  desaciertos  de  un  gobierno  democrático  se  resuelven  por  vía democrática,  la  cual  será  tanto  más  consistente  cuanto  menor  sea  la interferencia  externa.  El  gobierno  de  la  Revolución  bolivariana  es democráticamente  legítimo. A lo largo de muchas elecciones durante los últimos veinte años, nunca ha dado señales de no respetar los resultados electorales. Ha perdido algunas elecciones y puede perder la próxima, y solo sería criticable si no respetara los resultados.
Pero no se puede negar que el presidente  Maduro tiene legitimidad  constitucional  para  convocar  la Asamblea  Constituyente.  Por  supuesto  que  los  venezolanos  (incluyendo muchos chavistas críticos) pueden legítimamente cuestionar su oportunidad, sobre todo teniendo en  cuenta que  disponen  de  la Constitución de  1999, promovida por el presidente Chávez, y disponen de medios democráticos para manifestar ese cuestionamiento el próximo domingo. Pero nada de eso justifica  el  clima  insurreccional  que  la  oposición  ha  radicalizado  en  las últimas semanas y cuyo objetivo no es corregir los errores de la Revolución  bolivariana, sino ponerle fin, imponer las recetas neoliberales (como está sucediendo en Brasil y Argentina) con todo lo que eso significará para las mayorías pobres de Venezuela.
Lo que debe preocupar a los demócratas, aunque esto no preocupa a los medios globales que ya han tomado partido por  la  oposición,  es  la  forma  en  que  están  siendo  seleccionados  los candidatos. Si, como se sospecha, los aparatos burocráticos del partido de Gobierno han secuestrado el impulso participativo de las clases populares, el objetivo  de  la  Asamblea  Constituyente  de  ampliar  democráticamente  la fuerza política de la base social de apoyo a la revolución se habrá frustrado.
Para comprender por qué probablemente no habrá salida no violenta a la  crisis  de  Venezuela,  conviene  saber  lo  que  está  en  juego  en  el  plano geoestratégico global. Lo  que  está en juego son las  mayores reservas de petróleo  del  mundo  existentes  en  Venezuela.  Para  el  dominio  global  de Estados Unidos es crucial mantener el control de las reservas de petróleo del mundo.  Cualquier país,  por  democrático  que  sea,  que  tenga  este  recurso estratégico y no lo haga accesible a las multinacionales petroleras, en su mayoría norteamericanas, se pone en el punto de mira de una intervención imperial.
La  amenaza  a  la  seguridad  nacional,  de  la  que  hablan  los presidentes de Estados Unidos, no está solamente en el acceso al petróleo, sino  sobre todo  en el hecho  de que  el comercio mundial del petróleo se denomina  en  dólares  estadounidenses,  el  verdadero  núcleo  del  poder  de Estados Unidos, ya que ningún otro país tiene el privilegio de imprimir los billetes  que  considere  sin  que  esto  afecte  significativamente  su  valor monetario.
Por  esta  razón  Irak  fue  invadido  y  Oriente  Medio  y  Libia arrasados (en este último caso, con la complicidad activa de la Francia de Sarkozy). Por el mismo motivo, hubo injerencia, hoy documentada, en la crisis brasileña, pues la explotación de los yacimientos petrolíferos presal estaba en manos de los brasileños. Por la misma razón, Irán volvió a estar en peligro. De igual modo, la Revolución bolivariana tiene que caer sin haber tenido la oportunidad de corregir democráticamente los graves errores que sus dirigentes cometieron en los últimos años.
Sin injerencia externa, estoy seguro de que Venezuela sabría encontrar  una solución no violenta y democrática. Desgraciadamente, lo que está en curso es usar todos los medios disponibles para poner a los pobres en contra del chavismo, la base social de la Revolución bolivariana y los que más se beneficiaron  de  ella.  Y,  en  concomitancia,  provocar  una  ruptura  en  las  Fuerzas Armadas y un consecuente golpe militar que deponga a Maduro. La política exterior de Europa (si se puede hablar de tal) podría constituir una fuerza moderadora si, entre tanto, no hubiera perdido el alma.
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