miércoles, 7 de septiembre de 2016

Periodismo para tiempos corruptos, de Miguel Mora

La publicación de titulares casi idénticos contra Pedro Sánchez muestra el deterioro de la pluralidad tras el desembarco de los bancos en los consejos. Miguel Mora  1 de Septiembre de 2016 
Decía Albert Camus que un país suele valer lo que vale su prensa. Por suerte para él, que tanto amaba España, no pudo ver la evolución de nuestros medios y talentos periodísticos. De la República de Pla, Ortega, Colombine, Camba, Gómez de la Serna y Chaves Nogales hemos pasado en menos de 100 años al reino de Inda, Marhuenda, Losantos, Buruaga, San Sebastián, Los Manolos, Ferreras y Pastor.
Como los dramas completos no existen, salvo en Grecia, todavía quedan periodistas, firmas y rostros –incluso en televisión-- capaces de contar las cosas con libertad, claridad y valentía, y de tomar la distancia necesaria para que el poder, los diferentes poderes, no contaminen sus informaciones y análisis.
En todo caso, la degradación del periodismo ético en esta época de capitalismo sádico, impunidad de los corruptos y control tecnológico más que orwelliano no es un fenómeno únicamente español.
En Estados Unidos, América Latina y Europa sobran los ejemplos de medios corrompidos, entregados a la generación de contenidos propagandísticos, inanes y amarillos en todos los soportes; medios sumisos a los millonarios, los bancos y los fondos buitre que han metido sus garras en los consejos de administración; cómplices del cártel formado por las grandes corporaciones, los grandes partidos, las grandes agencias de publicidad y los auditores de pinchazos y humo.
El papel de estos medios concertados –omitiremos hoy la situación de los públicos porque ésa sí es una tragedia griega— consiste en líneas generales en defender el sistema de poder vigente, es decir, el búnker neoliberal.
En España, la concentración de la información en cada vez menos manos es especialmente peligrosa para la libertad de prensa, según han alertado diferentes estudios recientes. Los grandes medios de (ex)referencia, apiñados en los cuatro o cinco grupos del oligopolio –PRISA, Unidad Editorial, Planeta, Vocento, Joly…-- llevan algunos años unánimemente dedicados a la tarea de hacer política, o mejor de bloquear cualquier atisbo de cambio político real.
Para ser un poco más concretos, lo que estos medios y sus acreedores --el sistema se basa en una gran deuda, como todo lo demás-- han configurado desde el 15M es una nueva Prensa del Movimiento, que también podríamos llamar el sindicato vertical de editores del Régimen del 78.
Y su tarea principal ha estribado, 1) en construir el cordón sanitario llamado a frenar la llegada de Podemos y sus confluencias a las instituciones democráticas, y 2) en asumir su fracaso bombardeando cualquier decisión o acción política tomada por los "populistas radicales".
Da mucha pena decirlo, pero es lo que hay: los medios con los que nos educamos desde la Transición muchos de los que hoy somos mayores de 40 años han olvidado que el deber de la prensa es controlar a todos los poderes, empezando por el poder financiero, y pensar en el interés general. Y así han acabado convertidos en escudo y metáfora del fango que inunda al sistema bipartidista imperfecto.

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