miércoles, 4 de marzo de 2015

La urgencia de cuidar de la Tierra y de la vida

Publicado: 5/11/2014. Leonardo Boff (*1938)

http://leonardoboff.wordpress.com/2014/11/05/la-urgencia-de-cuidar-de-la-tierra-y-de-la-vida/

No dia 23 de outubro de 2014 tive a palestra de abertura do Encuentro Mundial de Valores, realizado em Monterrey no México com mais de mil pessoas participando e com outros 80 paises coligados por distintos meios. Participaram conferencistas de vários paises do Ocidente e do Oriente com suas distintas visões de valores. Esse evento acontece cada ano e mobiliza muita gente da cidade e do país. Publico aqui a conferência que dei, cujas ideias básicas se encontram em meus livros e artigos.
*** La urgencia de cuidar de la Tierra y de la vida
El Tao de la Liberación: explorando la ecología de transformación
Antes de empezar mi exposición quiero aclarar dos términos, el Tao y la ecología de transformación
       1. Aclaración de los términos
Tomamos el Tao del libro atribuido a Lao-tsé (551-479 aC) Tao Te Ching de la antigua China. El ideograma que expresa el Tao combina dos conceptos: el de camino y el de sabiduría. En su sentido originario el Tao es la Realidad Suprema y el modo como el universo funciona. Más concretamente el Tao es aquella fuerza misteriosa e inefable que nos hace caminar o crear un camino hacia la sabiduría intrínseca al universo. El Te es la manera como el Tao toma forma concreta entre nosotros. Ching significa el “libro clásico”. Análogos al concepto de Tao son elMalkuta de Jesús, el reinado, los principios de la politica de Dios en su creación o también elDharma del budismo que significa el modo como funcionan las cosas en su orden y armonía.
Ecología de transformación representa el nuevo paradigma, capaz de transformar la actual crisis sistémica de la Tierra en un nuevo orden más alto con actitudes de cuidado y de responsabilidad colectiva frente al futuro común.
  1. El proyecto de la modernidad y sus presupuestos
Dos ejes han orientado toda la investigación que nos  costó a mi compañero, eminente pedagogo y cosmólogo Mark Hathaway, y a mí, más de 13 años de intenso trabajo: los pobres y la Tierra crucificada. Nos dimos cuenta de que la lógica que explota al trabajador, a las clases subalternas y a las sociedades, es la misma que explota la naturaleza y devasta la Tierra. Si la opción por los pobres contra la pobreza es la marca registrada de la Teología de la Liberación, entonces, hay que incluir entre los  pobres el gran Pobre que es el Planeta Tierra. Él también tiene que ser liberado y bajado de la cruz.
Esta lógica de explotación está presente en los padres fundadores del paradigma moderno como Galileo Galilei, Newton y especialmente Francis Bacon, el fundador del método científico moderno. Hasta ellos la Tierra era vista como Magna Mater, la Gran Madre que nos regala todo. Para ellos la Tierra es una sencilla res extensa, una cosa sin vida y sin propósito, algo a la total disposición del ser humano, que puede explotar todos sus bienes y servicios para su proyecto histórico.
El proyecto de estos padres fundadores se centraba en la idea de la conquista y dominación de la naturaleza, de las tierras y de los pueblos. Y así ocurrió en África, América Latina y Asia. Todo debía servir al ideal del progreso, o desarrollo ilimitado. En función de este paradigma se proyectó la tecnociencia, que ha cambiado la faz de la Tierra. No hay región o ecosistema que no hayan conquistados y sometidos al proyecto del desarrollo. El desarrollo y el crecimiento se expresan por la acumulación también ilimitada de riquezas materiales.
Ese proyecto prometeico produjo grandes comodidades para los seres humanos, desde la invención del antibiótico, que prolonga nuestras vidas, hasta llegar a la Luna y volver de ella. Pero al mismo tiempo ha creado una máquina de muerte con armas químicas, biológicas y nucleares que pueden destruir toda la vida del planeta cientos de veces. Nos hemos apropiado de nuestra propia muerte colectiva. Ya no necesitamos la intervención apocalíptica de Dios, como comentaba el historiador inglés Arnold Toynbee.
Este proyecto partía de dos presupuestos: los bienes y servicios de la Tierra eran infinitos, un baúl del cual podíamos sacar indefinidamente todo lo que queríamos. Y podríamos seguir progresando hacia el futuro también infinitamente. Pero ocurre que estos dos infinitos se han revelado ilusorios.
La Tierra es un planeta pequeño, viejo y ahora enfermo. Tiene bienes y servicios limitados y muchos no son renovables. Un planeta finito no soporta un proyecto infinito. Hemos tocado los límites físicos de la Tierra. Para que ella pueda reponer todo lo que le sacamos cada año necesita un año y medio de tiempo. Esto significa que la Tierra ya no es sostenible.
No podemos seguir infinitamente hacia el futuro porque si quisiéramos socializar el bienestar de los países ricos del Norte del mundo para toda la humanidad, necesitaríamos por los menos tres Tierras iguales a esta. Lo que evidentemente muestra los límites del crecimiento o del desarrollo ilimitados.
  1. La nueva era geológica: el antropoceno
Como decía Michel Serres en su libro Guerre Totale, los seres humanos se han organizado de tal forma que están llevando a cabo una guerra implacable contra Gaia, en los suelos, en el aire, en los océanos y en todas las partes. El ser humano se ha transformado en el Satán de la Tierra. Según muchos científicos, especialmente Paul J. Creutzen, holandés y premio Nobel de química en 1995, en las últimas décadas hemos creado una nueva era geológica: el antropoceno. El antropoceno significa que la gran amenaza a la vida en la Tierra ya no es un meteoro rasante como sucedió antiguamente que, en15 grandes devastaciones, eliminó gran parte de la vida, sino que ahora la perversa amenaza de autodestrucción es el ser humano. Como decía el gran biólogo de Harvard, Edward O. Wilson, en su libro Creación: como salvar la vida en la Tierra (2006): “la especie humana es la primera especie en la historia de la vida en la Tierra que se ha hecho una fuerza geofísica destructiva” (p.38).
El proceso industrialista es tan feroz que, según los cálculos de Wilson, hace desaparecer al año entre 27-100 mil especies de organismos vivos. Esto es una verdadera devastación como en eras primitivas.
La forma como la Tierra acusa esta sistemática agresión, por ser un super-Ente vivo, Gaia, es una fiebre que no termina de subir. Es el calentamiento global que al aumentar dos grados centígrados (estamos cerca de esto) puede afectar profundamente al sistema-vida y al sistema-Tierra. Lo peor que nos puede suceder es no hacer nada, como los Encuentros Mundiales sobre el Calentamiento lo han demostrado. La Academia Norteamericana de Ciencias ya en 2002 advertía que “el paradigma de un calentamiento abrupto ya está bien establecido por la investigación científica hace más de diez años, pero este dato es poco conocido y no tomado en serio por lospolicymakers (los políticos)”. Este fenómeno puede ocurrir de forma rápida y dramática, en pocos años. El calentamiento puede aumentar abruptamente de 4,5 a 6 grados centígrados.
Varios científicos han declarado que con este nivel de calentamiento, ninguna forma de vida conocida puede subsistir y gran parte de la humanidad puede desaparecer. Pero como tenemos tecnologías, podemos crear islas o puertos en donde algunos millones de personas puedan salvarse, pero gran parte de la humanidad estaría condenada. Un científico especializado en oceanografía, Pieter Tans, dijo en una entrevista: “Estamos jugando a una ruleta rusa con el revólver apuntado hacia la generación de nuestros hijos y nietos” (Richard Miller, Global Climate Disruption and Social Justice, en R. Miller editor, God, Creation, and Climate Change, N.Y. 2010, p. 16-17). Esto sería una gran desgracia porque nosotros necesitamos a la Tierra. Ella no nos necesita a nosotros. Puede continuar, cubierta de cadáveres, pero sin nosotros.
Tanto Mark Hathaway como yo hemos tomado muy en serio la advertencia de la primera frase de la Carta de la Tierra, seguramente uno de los documentos más importantes del principio del siglo XXI, ya asumido por la UNESCO, en cuya redacción pude participar junto con Gorbachov, Steven Rockfeller y Maurice Strong entre otros: “Estamos en un momento crítico de la historia de la Tierra, en una época en que la humanidad debe elegir su futuro… La elección es esta: o formar una alianza global para cuidar de la Tierra y unos de otros, o arriesgar nuestra destrucción y la de la diversidad de la vida” (Prólogo).
Rechazamos la idea de que esta advertencia sea fatal y la especie humana y su proyecto civilizatorio, que tanto nos ha costado, pueda desaparecer en las próximas generaciones. Pero hay que estar atentos porque no podemos llegar atrasados ni equivocarnos. No tenemos una Arca de Noé que pueda salvarnos a todos.
Para repensar esta crisis sistémica y global, para que sea profundizada y encontremos caminos alternativos que apunten hacia otra forma de habitar la única Casa Común que tenemos, la Madre Tierra, con más cuidado, reverencia y respeto, nos propusimos producir esta obra que fue bien recibida por la comunidad científica, hasta el punto de ser galardonada en Estados Unidos por la Institución Nautilus, en el año 1210, con la medalla de oro en el campo de la Nueva Ciencia y Cosmología.
Para realizar esta tarea nos han iluminado los muchos saberes de las varias ciencias de la vida y de la Tierra, nos han ayudado las aportaciones de la sabiduría oriental y de nuestros pueblos originarios. Hemos asumido la perspectiva contemporánea del universo en cosmogénesis que nos ha permitido una visión holística y total de todo el proceso cósmico aún en expansión.
No es este el lugar para hacer la crítica del paradigma de la modernidad, al que hemos dedicado en el libro muchas páginas. Lo damos como ya desmantelado por la crítica de varias ciencias. Ha cumplido su misión histórica, pero ha agotado sus virtualidades internas. Ya no tiene nada de alternativo que ofrecernos.cDe continuar, imponiéndose con violencia, puede llevarnos al abismo. Como decía el historiador inglés Eric Hobsbawam en la última frase de su famoso libro La era de los extremos (1999): “nuestro futuro no puede ser la continuación del pasado; nuestro mundo corre el riesgo de explosión y de implosión. Tiene que cambiar. La alternativa al cambio es la oscuridad”. En otro lugar dice simplemente: “o cambiamos o morimos”.
Nunca la humanidad histórica pasó por una amenaza de esta magnitud, la de tener en sus manos su destino fatal y final. Si queremos sobrevivir, tenemos que reinventarnos como humanidad. Y como veremos, no vamos a lograrlo sin una espiritualidad que ame y respete todas las cosas, descubriendo dentro de ella aquella Energía poderosa y amorosa que sostiene el todo y que las tradiciones espirituales llamaron Tao, Shiva, Alah, de Huitzilopochtli, Inti, Javé o sencillamente Dios.
La sabiduría del universo nos lleva a pasar de una visión de la Tierra y del cosmos de máquina a organismo; de lo determinista y lo aleatorio a la manifestación creativa; de la estabilidad a la evolución; de la objetividad a la participación; de la falta de propósito al sentido.
  1. El enfrentamiento de dos cosmologías
En este momento se enfrentan dos grandes cosmologías, la dominante llamada cosmología de ladominación y la emergente cosmología de transformación.
Por cosmología entendemos la visión de mundo o cosmovisión que está en la base de las ideas, de las prácticas, de los proyectos y de las utopías de una sociedad. Cada cultura tiene su cosmología. Por ella se procura aclarar el origen, la evolución y el propósito del universo e identificar nuestro lugar en el conjunto de los seres.
La cosmología de dominación ya la hemos descrito anteriormente. Se caracteriza por ser mecanicista, atomística, deteriminística y reduccionista. La manera agresiva con la cual se relaciona con la Tierra hace que el 20% de la población mundial controle y consuma el 82,4% de los bienes y servicios naturales mientras el 80% más pobre tiene que contentarse con el 1,6% de los mismos.
Este sistema crea una doble injusticia: una social y otra ecológica. La social es el abismo entre los pocos ricos y los muchos pobres; la ecológica es la superexplotación de ecosistemas enteros con la enorme desaparición de organismos vivos y la desestabilización del equilibrio de la Madre Tierra.
La cosmología de transformación es alternativa y potencialmente salvadora. Ya tiene más de un siglo de elaboración, prácticamente desde Albert Einstein y culminó en la Carta de la Tierra. Ella sitúa toda la realidad dentro de la cosmogénesis, que es aquel inmenso proceso de la evolución que se inauguró hace ya 13,7 mil millones de años a partir del big bang. El universo, según esta comprensión, está continuamente expandiéndose, autoorganizándose y autocreándose. Su estado natural es la evolución y no la estabilidad, la transformación, no la inmutabilidad y la permanencia.
En él todo es relación en redes y nada existe fuera de esta relación. A raíz de esto, todos los seres son interdependientes y colaboran entre sí para coevolucionar y garantizar la vigencia de todos los factores del equilibrio cósmico y de la propia Tierra.
Por detrás del universo y de cada ser actúa la Energía de Fondo que fue llamada Vacío Cuántico, y que de vacío no tiene nada porque está llena de virtualidades. La denominaron también Abismo generador de donde todo  emerge o Fuente originaria de todos los entes, que los sostiene en su existencia y hace surgir continuas manifestaciones nuevas, dependiendo del nivel de complejidad alcanzada en el proceso de la cosmogénesis.
La más espectacular de ellas es seguramente para nosotros la Tierra viva, con toda la comunidad de vivientes y especialmente la presencia del ser humano consciente y libre. Él es la porción de la Tierra que siente, piensa, ama, cuida y venera. Tiene la misión ética de cuidar y guardar esta herencia sagrada recibida del universo y de Dios.
Pero en este momento vivimos tiempos de urgencia. El conjunto de las crisis actuales está creando una espiral de necesidades de cambio que, al no ser implementadas, pueden conducir al planeta a un gran caos destructivo. Pero si sabemos manejarlas podremos transformar el caos destructivo en caos generativo, capaz de ofrecer las oportunidades de un otro estadio civilizatorio, con una relación benevolente y amiga con la Tierra.
Porque la cosmología de dominación sigue siendo hegemónica y decadente, en este momento la cosmología de transformación puede sernos inspiradora. Contrariamente a la dominación de la naturaleza, puede ponernos en su seno con un profundo sentido de pertenencia, de sintonía y de sinergia. En lugar de una globalización homogeneizadora de las diferencias, este nuevo paradigma crea la oportunidad de un bioregionalismo, que valora las diferencias y comprende los biomas según el trazado ya hecho por la Tierra, sea por las montañas sea por los cursos de los ríos. Las sociedades pueden ser autosostenibles a partir de las potencialidades de las biorregiones, fundadas en el respeto a los ritmos y límites de cada una de estas biorregiones, ecologizando todos los saberes, incluyendo las tradiciones, la cultura local y la participación de las poblaciones del lugar, buscando el “bien vivir” que es la armonía entre todos, con la naturaleza y la Madre Tierra (Pachamama).
Lo que caracteriza esta cosmología de transformación es el cuidado en lugar de la dominación, el reconocimiento del valor intrínseco de cada ser en lugar de su utilización egoísta por los seres humanos, el respeto hacia todas las formas de vida y la dignidad de naturaleza y los derechos de la Tierra en lugar de la falta de respeto y su explotación ilimitada.
La fuerza de esta cosmología reside en el hecho de estar más acorde con las necesidades humanas reales y con la lógica misma del universo. Al hacerse hegemónica y al triunfar sobre la cosmología de la dominación, van a crearse las bases para otro ensayo civilizatorio en el cual el cuidado, la cooperación, la solidaridad con los más débiles, la compasión, el respeto, el amor, la alegría de vivir y una aura de espiritualidad ganaran centralidad. Esto significaría el gran viraje salvador que tanto necesitamos si decidimos aún vivir sobre este planeta.
Pero hay que ser realistas: junto con todos estos valores positivos nos acompañan también sus contradicciones, porque nuestra condición humana es la de ser sapientes y dementes, portadores de amabilidad y también de enemistad. Pero hay que crear el espacio para que la dimensión de luz tenga más derecho y triunfe sobre la dimensión de sombra.
  1. El rescate de la razón sensible o cordial
Para alcanzar estos fines tan altos se hace urgente un proceso previo: el rescate de la razón sensible o cordial como muchos autores modernos ―de ellos en lengua española Adela Cortina―, lo están postulando. Este tipo de razón se propone ser un correctivo a la irracionalidad de nuestra razón instrumental-analítica que ha creado los instrumentos de nuestra destrucción, y a la vez una complementación de esta razón intelectual, que es irrenunciable, si queremos crear y mantener los medios de nuestra subsistencia en la Tierra. Pero solo con la razón instrumental no vamos a conseguirlo. Como decía Martin Heidegger en su famosa entrevista referiéndose a la crisis de la modernidad científica: “solo un Dios nos puede salvar”.
La razón sensible o cordial tiene cerca de 210 millones de años cuando surgieron los mamíferos. En ese momento irrumpió el cerebro límbico que se sobrepone al cerebro reptil, cuya aparición se produjo hace 300 millones de años. Con el cerebro límbico surgió algo único que no existía aún en el universo conocido: el cuidado, el cariño, el sentimiento y el amor. Al dar a luz a su cría, los mamíferos muestran todos estos comportamientos. Nosotros olvidamos que somos mamíferos intelectuales. En lo más profundo de nosotros, esto lo saben los psicoanalistas, somos seres de afecto, de pasión y de sensibilidad. En la razón cordial está el mundo de las excelencias, del amor, de la solidaridad y también de lo contrario. Ahí se encuentra el lugar adecuado de los valores, de la ética y de la espiritualidad.
La razón intelectual tiene su lugar en el cerebro neocortical (neocórtex) que tiene solamente 6-7 millones de años. Es el lugar del raciocinio formal, de la lógica de los conceptos, del lenguaje, de los proyectos de intervención consciente en la naturaleza y de la elaboración de nuestras visiones. Ocurre que históricamente la razón sensible fue puesta al margen y hasta criticada porque se pensaba que iba impedir la objetividad del análisis científico. Hoy sabemos que todo saber está impregnado de sensibilidad y de intereses. Con su marginación predominó la razón instrumental-analítica creando un mundo, como decía ya Pascal, sin “esprit de finesse” y solamente con “esprit de géometrie”, frio, calculador, adecuado al sistema que se impuso, el mundo de la tecnociencia, tanto en su forma capitalista, como en su forma socialista. En el fondo la razón es poder, y poder ejercido como dominación del otro.
Hoy es fundamental añadir la razón cordial y sensible a la razón intelectual. Es la razón cordial la que nos mueve a cuidar de la naturaleza, a amar y venerar a nuestra Madre Tierra y a mantener las bases físicas y químicas que sustentan la vida, tan fuertemente amenazadas. Sin el corazón no hay salvación para nuestra Casa Común, la Tierra.
  1. Alternativas en curso, sus principios y travesías
¿Cuáles son las alternativas viables que se contraponen al paradigma vigente, enemigo acérrimo de la vida? Aquí hay que reconocer la disparidad del equilibrio de fuerzas. Como decíamos antes, la cosmología de dominación sigue todavía triunfante, pero llena de contradicciones y en plena crisis sistémica. Ya no tiene razones convincentes para imponerse. Por eso utiliza la fuerza económica, política, cultural y especialmente la militar. Su límite insuperable es que no nos puede presentar ninguna esperanza hacia el futuro, sino más crisis, sin excluir una catástrofe ecológico-social de proporciones planetarias que sacrificaría especialmente a millones de pobres.
La cosmología de transformación está brotando por todas partes en innumerables movimientos, en cuerpos de la ciencia de alto nivel, especialmente en la astrofísica y en la nueva cosmología y particularmente por el compromiso ecológico que gana más y más fuerza en las conciencias. Nuestra angustia está, en palabras de Antonio Gramsci, en que los viejos dioses no acaban de morir y los nuevos no acaban todavía de nacer. Pero tenemos una ventaja incomparable: por aquí hay camino, por aquí hay esperanza y por aquí pasa el futuro previsible para la vida, para la Tierra y para nuestra civilización.
No hay lugar para trazar un boceto, por mínimo que sea, de cómo sería este nuevo tipo de mundo necesario. Yo veo que hay cuatro principios indispensables:
  1. a) Cuatro principios fundamentales
El primero es la sostenibilidad, liberada de su cooptación por la economía. Sostenibilidad es todo lo que hacemos para garantizar la existencia y reproducción de todos los seres, especialmente de los vivos, de la vida humana y de la Madre Tierra.
El segundo es el cuidado: si no tenemos cuidado, que es un gesto generoso y amable hacia la naturaleza y hacia todos los seres, no vamos garantizar la sostenibilidad. Como nos enseña el mito del Cuidado, tan profundizado por San Agustín y Martin Heidegger, es la base ontológica de todo el ser y del actuar humano. Es la pre-condición que debe ocurrir para que irrumpa el ser, la vida y ser humano, y a la vez es el condicionador anticipado de todas nuestras acciones, para que sean buenas y no deletéreas para la Tierra.
El tercero es el principio de cooperación. Todos estamos interligados y nos ayudamos recíprocamente para mantenernos existiendo. Esto vale especialmente para los seres humanos. Cuando nuestros ancestros iban a buscar sus alimentos, no los comían inmediatamente, como suelen hacer los animales, sino que los llevaban al grupo para distribuirlos solidariamente entre todos. Lo que fue verdadero ayer, sigue valiendo hoy. Sin cooperación de todos con todos no vamos a salvar la vida en el planeta y el proyecto civilizatorio humano.
El cuarto es el principio de responsabilidad colectiva, tan bien formulado por Hans Jonas en su “Principio de Responsabilidad”. Como todos estamos interconectados, tenemos un mismo destino común. Debemos darnos cuenta del sentido salvador o perjudicial de nuestras acciones. Hoy podemos ser responsables, debido a nuestra falta de cuidado, de la destrucción de algunos ecosistemas y por ende de la propia vida en la Tierra.
  1. b) Travesías inevitables
Además debemos hacer algunas travesías impostergables hasta llegar a lo nuevo que buscamos. La gran mayoría está en curso, pero necesitan ser reforzadas. Hay que pasar:
- Del paradigma Imperio, vigente desde hace siglos, al paradigma de la Comunidad Planetaria.
-  De una sociedad industrialista que depreda los bienes naturales y tensiona las relaciones sociales, a una sociedad de sostenimiento de toda la vida y que busca la equidad social.
- De la Tierra como medio de producción y de recursos puestos en el mercado comocommodities, a la Tierra como un Ente vivo, llamado Gaia, Pacha Mama o Madre Tierra.
- Del ser humano desconectado de la naturaleza al ser humano como la porción de la Tierra que en su momento de alta complejidad empezó a sentir, a pensar, a amar, a cuidar y a venerar.
- De la era tecnozoica y del antropoceno, que han devastado gran parte de la biosfera, a la era ecozoica y a la ecologización de todos los saberes y practicas humanas, y de todos unidos cooperando en la salvaguarda del sistema-vida.
- De la lógica de la competencia que se rige por el gana-pierde y opone a las personas y las trata como descartables, a la lógica de la cooperación del gana-gana, que congrega y fortalece la solidaridad entre todos. De ahí nace una cultura de paz.
- Del capital material siempre limitado y perecedero, al capital humano-espiritual que es ilimitado, hecho de cooperación, solidaridad, cuidado, compasión, reverencia y amor. El gran sueño es buscar una confraternización con todos los seres de la inmensa comunidad de vida, creando así una paz perenne con la Madre Tierra.
- De una sociedad antropocéntrica, separada de la naturaleza, a una sociedad biocentrada, que se siente parte del todo de la naturaleza y que busca ajustar sus hábitos a la lógica del proceso antropogénico, cuyas características son la sinergia, la interconectividad entre todos y la colaboración recíproca.
  1. La espiritualidad: el “sitio  Dios en el cerebro
Todo este proceso de reinvención de una nueva relación con la Tierra, conlleva una profunda espiritualidad. Se puede hablar de muchas formas sobre la espiritualidad, partiendo de las experiencias religiosas. En la perspectiva de nuestra reflexión he preferido seguir una línea que viene de la moderna neurología. Pero cabe ante todo decir que la espiritualidad no es monopolio de las religiones; es un dato antropológico de base, como lo es la inteligencia, la libido y otros. Se trata de lo profundo humano. Espiritualidad es un modo de ser, una actitud fundamental que confiere un sentido último a la vida. La espiritualidad tiene una base biológica. En investigaciones recientes hechas por neurólogos como Persinger, Ramachandran, Singer, Marsall, y otros observaron que siempre que alguien aborda temas que tienen que ver con la totalidad, con el sentido de la vida, con lo sagrado y con Dios se produce una alta excitación de las neuronas de los lóbulos frontales. Estos científicos lo denominaron el “sitio Dios en el cerebro” y otros “mystical mind”. Es como un órgano interno mediante el cual captamos el estabón misterioso y amoroso que liga y religa a todos los seres, haciendo que el cosmos predomine sobre el caos.
Cultivar hoy ese “sitio Dios”, liberado de las cenizas de materialismo y egocentrismo que lo cubren, hace surgir en la persona percepciones de bienaventuranza, de solidaridad, de compasión y de amor. En tiempos de travesía y de profundas crisis, la espiritualidad alimenta la esperanza y da un sentido a todos los padecimientos que sufrimos. De ahí se deriva una espiritualidad que puede ser desarrollada dentro del discurso ecológico, Dios como Aquella Energía vital, personal que todo anima, sustenta y orienta. Encontramos a Dios en acción dentro del proceso cosmogénico. Abrazando al mundo estamos abrazando a Dios.
  1. Un horizonte de esperanza
Estas son algunas de las configuraciones de lo que pueden ser los fundamentos necesarios para un nuevo ensayo civilizatorio, capaz de preservar la vitalidad de la Tierra para nosotros y para las futuras generaciones y garantizar un futuro para nuestra civilización. Ellas refuerzan el principio esperanza, de donde nos vienen nuevas visiones y utopías que fundan una nueva realidad viable.
Hago mías las palabras que cierran la Carta de la Tierra:
“Que nuestro tiempo se recuerde por el despertar a una nueva reverencia ante la vida; por la firme resolución de alcanzar la sostenibilidad, por la premura en la lucha por la justicia y la paz y por la alegre celebración de la vida” (final).

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